El traficante de artificios J.L.Borges

Durante muchos años, yo creí que la infinita literatura estaba en un hombre (La flor de Coleridge)

Al considerar a Borges me ocurre también con cierto orgullo y trastorno, como a quien mira demasiado por un “Aleph”, que a través de él puedo mirar todos los lugares de la literatura vistos desde el mejor ángulo: al onírico oriente, las gestas nórdicas, las mil y una noches, la poesía cósmica de Whitman, los laberintos policiales de Chesterton, las fantasías teológicas, los juegos matemáticos y lingüísticos.
Intentaré con moderado elogio (Borges como las grandes obras corre el riesgo de celebrarse mucho y leerse poco) reseñar su vida y obra en cinco momentos vitales.

LA FATAL SUERTE

El hecho es que me crié del otro lado de una larga verja de lanzas, en una casa con jardín y con la biblioteca de mi padre. (Juan Muraña)

Descendiente de hombres que pelearon en la guerra de Independencia, a Borges, contrariando el discurso del Quijote que privilegia las armas sobre las letras, le fue dado nacer en un seguro ambiente de rica atmósfera literaria. Su padre en ratos de ocio compone poemas y cuentos, en casa son habituales las tertulias con poetas e intelectuales amigos. Aprende a leer en inglés con su abuela; la biblioteca cuenta en especial con literatura inglesa. La voluntad de ser escritor le procura tempranos frutos: a los siete años escribe un sumario de mitología, a los ocho un cuento inspirado en el Quijote, a los nueve traduce “El príncipe feliz” de Oscar Wilde.

En la adolescencia, que pasa en Europa, aprende francés y latín, el alemán por cuenta propia. Lee mucha literatura francesa y a los filósofos mas famosos de entonces; descubre nuevos autores. En España se une a un grupo de jóvenes vanguardistas y vuelve a Buenos Aires para redescubrir su ciudad.

A los treinta y tres años es uno de los más brillantes y polémicos escritores. Tiene a su haber tres libros de poemas y cinco de ensayos. La revista Megáfono le dedica una “Discusión sobre Borges” en que colaboran escritores latinoamericanos y españoles. Un importante novelista francés acuñó entonces la célebre frase: “Borges vaut le voyage” (“Borges justifica el viaje”).

LA CRISIS Y EL SALTO

Algo en la oscuridad le rozo la frente: ¿un murciélago, un pájaro? (El Sur)

Borges sufre un accidente que casi le cuesta la vida. De haber muerto a los treinta y nueve años, hoy su obra estaría enterrada. El balance hasta entonces era bueno, pero los curiosos ensayos no le bastarían para la inmortalidad. La poesía moderna ya tenía su Whitman. Los trabajos narrativos eran una promesa: de los ejercicios de ficción resultaría el juego con la impostura, de los ensayos una teoría de la narración fantástica. En Borges hay un cúmulo de erudición, de refinada inteligencia, de sentido del humor, de imaginación lúdica, que se agitan por dar con la forma propia de sus requerimientos.

Acaso por esa sensación de libertad que debe dar la muerte; puesta en riesgo la vida, ¿por qué no arriesgar la creación? El accidente fue la chispa que detonó la bomba, la explosión fue Ficciones y El Aleph.

EL SECRETO REVELADO
Percibía con toda lucidez la condición experimental de sus libros. (Examen de la obra de Herbert Quain)

Poner en juego todos los ingredientes con que cuenta para crear una obra exige imponer unas reglas. Elegir un género atractivo conviene a su sentido hedónico de la lectura, que había encontrado en los géneros “menores”: el cuento fantástico y el relato policial. Las posibilidades inventivas y el rigor constructivo le satisfacían para desarrollar sus facultades de razón y fantasía. La estructura de dos figuras que le obsesionan, el laberinto y el espejo, facilitarán el juego. El laberinto es ideal para esconderse o perderse, y descubrir al culpable es la razón de un relato policial. De los tantos fantasmas de la literatura prefirió el más cercano, ¿y acaso por ello el más terrible?, que le reveló el espejo. Los temas, que son pocos y se yuxtaponen, los tiene marcados con honda inquietud metafísica: el tiempo, la identidad personal, la valentía. Todo eso lo enriquecerá con ideas de la teología, de la cábala, de la lingüística, del ámbito oriental y gauchesco, etc. Aunque todo pueda parecer babélico y supondría un híbrido monstruoso, los relatos se resuelven con amena felicidad. En Tlön, Uqbar,Orbis Tertius , Borges sí acomete la empresa de hacer debutar todas sus dotes.

La noción panteísta de que todos los autores son uno sólo y la certeza de que es imposible la originalidad sin la tradición, le permitirá revelar sin complejo sus influencias. El procedimiento con que mejor se luce Borges, y que toma de Carlyle en el Sartus Resartus, es el de simular la existencia de libros y ofrecer un resumen, un comentario. En Borges este efecto es más fantástico, Carlyle será apenas su precursor; la fama de erudito y su trayectoria de reseñador y traductor de libros exóticos hará creer hasta a los más expertos que esos libros existen, al punto de acometer la búsqueda por las bibliotecas del mundo.

De los autores que relee aprovecha los mejores efectos. De Kafka, la exageración y las situaciones extremas le darán La Biblioteca de Babel. De Melville y Hawthorne esos personajes como Barthleby, Wakefield y Funes, que trastornan la realidad. De Wells, objetos como los hrónir y el Zahir que incursionan del mundo fantástico a la cotidianidad. De Chesterton la elegancia de la intriga, y de La muestra de la espada rota tramará el Tema del traidor y del héroe. De La religión del señor Pleur y la teología de Bloy, los argumentos para las herejías en Tres versiones de Judas y en Los teólogos. De James la ambigüedad para ocultar el secreto del Fénix. De Poe al razonador Dupín para Lonnrot, Unwin y Parodi. De Dunne los experimentos con el tiempo. De Cervantes la ficción que vive en la ficción. De Groussac el arte de injuriar. Y hasta de la enciclopedia el arte de la concisión.

Paradójicamente lo que para los registradores de la propiedad es una usurpación, estos procedimientos enriquecen al modelo y merecen la atención de
[G1] la crítica más especializada. Literatura potencial, textos que remiten a textos que remiten a textos, y la idea de que quien lee una obra la reescribe, son una revolución en la literatura.

Otro momento crucial tendrá que padecer su vida y su obra: la ceguera. La efervescencia narrativa declinará y le dará paso al poeta. A decir de Arreola es cuando logrará “líneas dictadas por esa voz que surgen de ese fondo que da luz a las obras grandes”.

La vejez también ayudará a serenar al escritor, de la soberbia a la modestia.
Cuando retorna el narrador se ha limado de barroquismos y laberintos, confiesa encontrar su voz; es ya clásico. Los argumentos son los mismos; el espejo sigue siendo emblema. El pastiche es más declarado: Swift y ante todo el joven Kipling le sirven en El informe de Brodie, en El libro de arena, Papini y Lovecraft.

EL MITO
Yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura. (Borges y yo)

La imagen de Borges se ha transmutado en símbolo de la literatura.¿Cómo tomó forma esa efigie excepcional? Dos pilares levantan su venerable figura.
Borges admiró el procedimiento con que Whiman se proyectó de hombre de letras en el personaje semidivino de su canto. Con modesto esmero lo aprovecha en su escritura. Su voz en primera persona la hizo sentir temprano con singulares argumentos y temas personales. En los relatos el narrador que habla de libros imaginarios no es otro que el erudito y único Borges. También supo involucrarse como personaje en circunstancias propias de un literato, insertando rasgos autobiográficos. Su predilección al tema del doble favorece el artificio en últimas piezas, donde trata asuntos más íntimos.

En El nombre de la rosa Umberto Ecco muestra la imagen más pintoresca de Borges: un bibliotecario (para mayor misterio es ciego), sólo él conoce los secretos de la biblioteca y ejerce de inquisidor de los libros. Más de una tercera parte de su larga vida Borges trabajó en las bibliotecas; se cuentan anécdotas admirables de cómo a pesar de la ceguera, daba sin titubeos con el lugar exacto de cada libro o página. Su autoridad en literatura le mereció la dirección de selectas colecciones cuyos criterios no se ponían en duda, aún considerando la disparidad de ciertas obras, como las de tema matemático.

Otros hechos accesorios consolidan la legendaria imagen. Por supuesto los premios, pero además reconocimientos más especiales como los doctorados honoris causa en Oxford, la Sorbona y Harvard, y el otorgamiento de insignias a Orden del Mérito de los gobiernos francés, inglés, italiano, alemán, etc.

POSTERIDAD
Llego a mi centro, a mi álgebra y mi clave, a mi espejo. Pronto sabré quien soy. (Elogio de la sombra)

Aventuro estas conjeturas sobre el futuro de la obra de Borges. La primera es de base seria, la otra una expectativa.
Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio, señala los rasgos que deberá tener la literatura por venir, ejemplificando la multiplicidad y la rapidez con la obra de Borges. Para un mundo vertiginoso y ansioso de infinito los escritores del siglo veintiuno tendrán en Borges el mapa y la brújula.

La versión rosa y negra que se derivan de las sorpresas que la ciencia promete en el inminente futuro, es de un lado, las fantasías de la informática y las comunicaciones, y del otro, las insospechadas armas que destruirán el mundo. Sobra decir que es un deber moral anhelar las unas y censurar las otras. Deseo que los avances de la informática unidos al inimaginable alcance de las imágenes virtuales, harán posible la producción comercial de “Alephs” y de “libros de arena” en presentación versátil, y por fin, los cien tomos en CDROM de la Enciclopedia Orbis Tertius para que, cuando a un loco le dé por hundir el botón que desaparezca el planeta, podamos vivir definitivamente en Tlön.